Indicador que refleja la frecuencia con la que los gestores modifican la composición de los activos que conforman la cartera. Se calcula comparando el valor total de los activos comprados o vendidos durante un periodo (generalmente 12 meses) con el patrimonio total de la cartera. Una elevada rotación no implica mejores rendimientos de la cartera frente a su índice de referencia, además de suponer un incremento de los costes para el inversor ya que se ve perjudicado por los altos gastos de transacción.