Qué tener en cuenta a la hora de comparar inversiones
Decía Henri Wallon, célebre psicólogo infantil, que el ser humano es social por naturaleza, por lo que la comparación es un proceso vital innato, y que ocurre en nuestra vida personal, profesional, etc.- Podríamos decir que es una acción automática. Por ello, no resulta extraño que, al invertir, comparemos nuestros resultados con los de conocidos, amigos o familiares.
Sin embargo, de la misma forma que las vidas de dos personas no son comparables, dos carteras de inversiones tampoco tienen por qué serlo. Es más, al compararnos corremos el peligro de caer en lo que se conoce en inglés como bucle “what if”, o lo que es lo mismo:
- ¿Qué pasaría si en vez de invertir en esto hubiera invertido en esto otro?
- ¿Qué pasaría si no hubiera invertido?
- ¿Qué pasaría si hubiera invertido antes?
- ¿Qué pasaría si hubiera hecho caso a mi primo con esa inversión?
- …
Como se puede comprobar, en realidad este bucle de los “y si” debería llamarse bucle de la preocupación. Preocupación insana, además, ya que, nos hace dudar a cambio de un rédito nulo, nos deja sin dormir más de una noche y nos impide estar cómodos, tomemos las decisiones que tomemos… Por ejemplo, de la misma forma que siempre hay alguien con un móvil o un salario mejor, también habrá inversores o productos, en momentos concretos, que obtengan rentabilidades superiores, pero para sacar conclusiones adecuadas tenemos que poder contar con los datos necesarios.
Adicionalmente, el mundo de las inversiones cuenta con un “problema” mayor aún, y es que el universo de opciones posibles es inmenso. Si acudimos a la plataforma Bloomberg, observamos los siguientes datos:
- Nº de bonos para elegir: 3.129.444
- Nº de acciones de empresas para elegir: 1.617.675
- Nº de fondos de inversión para elegir: 1.153.674
Y lo anterior es solo un ejemplo de la gran variedad de productos de inversión que tenemos. La principal razón de por qué no nos podemos comparar fácilmente con otros es porque nuestras necesidades, objetivos de inversión, tolerancia al riesgo, tamaño patrimonial, ingresos, gastos, etc. son distintas al del resto de los inversores.
Nuestra situación, al ser distinta, requiere que definamos una política de inversión a medida de nuestra situación (que además va cambiando con el tiempo, según se modifican nuestras circunstancias) y luego ya definamos cómo invertiremos en cada clase de activo que tenga sentido incluir en cada uno de nuestros objetivos de inversión. Además de esto, el comportamiento del producto final, en muchas ocasiones, depende en mayor medida de la clase y subclases de activo en que invierte el equipo gestor, como así lo demuestran muchos estudios empíricos.
En consecuencia, para comparar carteras de inversiones, más que observar en qué productos se encuentra invertido un determinado inversor, habría que analizar a qué factores de riesgo se encuentran expuestos y si estos son los mismos. Es decir, habría que descomponer las carteras por clases y subclases de activo, áreas geográficas, estilos de inversión, sectores, tamaño de las empresas, etc. Esto imposibilita una comparación rápida y directa.
De esta forma, para relacionar el comportamiento de ambas debemos desagregar lo máximo posible el ámbito de inversión. Por ejemplo, no es lo mismo decir que un inversor invierte en bolsa estadounidense, que en bolsa española, pues ambos mercados son completamente diferentes, con empresas distintas y, lo que es más importante, con factores de riesgo heterogéneos.
A continuación, se muestra el comportamiento histórico de los últimos 10 años de ambas bolsas, la estadounidense y la española en euros:
Como se puede comprobar en el gráfico anterior, el comportamiento de ambas bolsas difiere en gran medida, con la bolsa de Estados Unidos habiendo multiplicado por 3,5 la inversión inicial, mientras que la bolsa española ha estado prácticamente plana en 10 años. En consecuencia, cualquier inversor, de haber invertido en un fondo de bolsa española, podría pensar que el equipo gestor no es bueno. Sin embargo, el problema puede que no sea del gestor, sino que responde al ámbito de inversión, España vs. EE. UU.
De la misma forma, no podemos comparar directamente una cartera que invierte en EE. UU., con otra que invierte en España. Es como cuando entramos en una casa llena de espejos, y hay unos espejos que nos hacen más delgados, otros más altos, otros más fuertes, etc. Es posible que la cartera de EE. UU. haya estado gestionada muy pobremente, pero que al compararla con una cartera cuya composición y factores de riesgos son muy diferentes, parezca que su desempeño ha sido excepcional (nada más lejos de la realidad)
En conclusión, no podemos compararnos con otros inversores ya que su situación personal, profesional y patrimonial será distinta a la nuestra y no será 100% comparable… y, además, la implementación de sus necesidades no están hechas con los mismos criterios.
Si queremos comparar productos o carteras de inversiones hay que entender qué factores de riesgo les afecta y ver si son comparables. De lo contrario, si nos fijamos únicamente en las rentabilidades obtenidas, no estaremos comparando, como se dice coloquialmente, peras con peras y manzanas con manzanas, sino que estaremos persiguiendo rentabilidades sin ningún criterio, llegando probablemente a conclusiones erróneas. Se trata por tanto de entender a qué factores de riesgo se tiene exposición antes de invertir y analizar que los resultados obtenidos estén en línea con los esperados.
La información difundida en este blog tiene una finalidad únicamente divulgativa. Cada persona es responsable de su política de inversión y Finletic no asume ninguna responsabilidad sobre sus acciones. La información está actualizada de acuerdo a la fecha que indica cada artículo.