Inversores institucionales y el activismo empresarial
“Señores accionistas, los consejeros que están sentados ante ustedes tienen menos del 3% de la empresa. ¿En qué invierten sus sueldos millonarios? En acciones de Teldar seguro que no… Teldar tiene 33 vicepresidentes con sueldos superiores a los USD 200.000… y perdió USD 110M durante el último año… Yo no soy un destructor de empresas, soy su liberador… La ambición salvará a Teldar”.
Este famoso discurso en la junta de accionistas de Teldar Paper fue interpretado por Michael Douglas en la película de Wall Street, donde hacía el papel de Gordon Gecko. Tras la arenga en la junta, los accionistas se levantaron eufóricos y, puestos en pie, aplaudieron y vitorearon al que veían como su salvador.
Situaciones como la mencionada están empezando a repetirse, cada vez más, en las juntas de muchas empresas, tanto en EE. UU., como en Europa. Se trata de inversores activistas cuyo objetivo es buscar compañías con baja rentabilidad y que poseen una gestión mediocre, por parte de sus directivos, para, a través de una participación en el accionariado, poder apalancarse y presionar al equipo ejecutivo para que lleven a cabo ciertas acciones.
La intervención de estos inversores no deja a nadie indiferente y hay opiniones de todos los gustos. Desde los que piensan que continúan siendo tiburones financieros, que solamente buscan el beneficio a corto plazo y exprimir la compañía hasta conseguir el último euro posible, hasta aquellos que dejan atrás esa imagen y piensan que son inversores que se encuentran a la vanguardia de la democratización de la toma de decisiones corporativas. La realidad es que el paradigma de los inversores activistas ha cambiado radicalmente con respecto al que era en los años 80, década en la que se estrenó la película donde el discurso de Gordon Gecko se popularizó.
Por un lado, se ha vivido un aumento de la influencia de hedge funds activistas como el fondo Elliott Management, fundado por Paul Singer, que están provocando quebraderos de cabeza a ejecutivos de todo el mundo. Por ello, muchas compañías están cerrando acuerdos rápidos con este tipo de activistas, cediéndoles asientos en las juntas de accionistas, en lugar de verse involucrados en arduas peleas por el control de la empresa. Sin embargo, a estos ejecutivos habría que recordarles una famosa frase del libro de Dale Carnegie, How to Win Friends and Influence People: "no temáis a los enemigos que os atacan, sino a los amigos que os halagan”.
Este crecimiento no solo está preocupando a empresas, sino también a gobiernos, que comienzan a percibir como las empresas consideradas estratégicas en el país se ven amenazadas, por lo que ya están pensando en desarrollar medidas legales que los frene e instrumentos para que el Estado pueda invertir en ciertas compañías y protegerlas.
Por otro lado, se ha experimentado un gran incremento en el tamaño e influencia de inversores institucionales dentro de compañías que cotizan en mercados públicos, mayoritariamente, fondos de inversión. BlackRock controla más del 5% de acciones en más de la mitad de todas las compañías listadas del mundo, mientras que Vanguard también lo hace en más del 40% de empresas. Aunando el volumen de las tres gestoras de activos más grandes del mundo (BlackRock, Vanguard y State Street Global Advisors, que representan más de USD 8 trillones de activos bajo gestión), consiguen ser el mayor accionista en, al menos, el 88% de empresas del S&P 500.
Debido a lo anterior, los ejecutivos de las empresas ahora no solo deben tener en cuenta las peticiones y requerimientos de los inversores activistas, sino que tampoco pueden poner en riesgo su relación con las gestoras, especialmente porque todos los fondos de una misma gestora tienden a votar en la misma dirección. De hecho, las tres grandes gestoras mencionadas anteriormente, han requerido públicamente a las empresas que soliciten su feedback antes de llegar a un acuerdo con inversores activistas.
Esto nos lleva a hacernos la siguiente pregunta: ¿poseen la misma capacidad para operar en temas de activismo, las gestoras de fondos que un hedge fund activista? La respuesta es no.
En primer lugar, esta situación está creando graves situaciones de conflictos de interés en las gestoras de activos, surgiendo el conflicto cuando uno de sus fondos invierte en la deuda de una de estas empresas y, otro, en las acciones.
En segundo lugar, diversas operaciones de activismo dependen de que el ejecutivo que ha sido nominado y admitido en la junta posea la habilidad para compartir información no pública, con la parte que lo nominó para sentarse en la junta. El origen del problema es doble: i) por los extensivos y costosos requerimientos regulatorios que implica nominar a un director para la junta de accionistas de una empresa cuando la gestora se encuentra invertida en dicha compañía y, ii) las limitaciones para operar en títulos de los que se posee información no pública.
En tercer y último lugar, esto también les ocasionaría crear una infraestructura para prestar servicio a esos ejecutivos activistas que, hoy en día, no existe.
Por las razones comentadas, los hedge funds activistas seguirán siendo necesarios para realizar actividades complejas. Jeff Smith, CEO del hedge fund activista Starboard, explicó en 2015 que distintas gestoras de fondos e inversores pasivos les llaman para que se involucren en aquellas empresas que se encuentran invertidos y que no están satisfechos con los resultados obtenidos, ya que, como hemos explicado, las gestoras no pueden jugar un rol activo en estas situaciones.
Sin embargo, lo que sí pueden hacer estas gestoras de fondos es apoyar a los equipos directivos que están alineados con su visión de largo plazo y dispuestos a abordar las preocupaciones mostradas por los accionistas. Un ejemplo fue la victoria de la empresa DuPont en una dura batalla con el hedge fund activista Trian partners, que quería sustituir a cuatro ejecutivos de la firma. Mediante las conversaciones entre los directores de la empresa y las gestoras de fondos pasivos, especialmente las tres más grandes mencionadas, consiguieron tener un número mayor de votos que el hedge fund activista.
Como hemos podido comprobar, los inversores institucionales están alcanzando una mayor relevancia y, con el tiempo, deberán decidir cuán activos quieren ser, pudiendo complicar la actuación de hedge funds activistas y hacer que prevalezca la visión de largo plazo, frente a la de corto plazo de los tiburones financieros.
En cualquier caso, la época de juntas de accionistas tranquilas, en las que se alcanzaban votos a favor de las propuestas de los accionistas en el entorno del 90%, parece que han llegado a su fin, estando el voto más segmentado, lo que complica la toma de decisiones.
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