Introducción
Existe la tendencia (errónea) a pensar que un profesional de la inversión cuenta con la habilidad, innata a todas luces, de predecir cuál va a ser el recorrido que sigan los mercados financieros en un periodo determinado.
Y, la verdad, nada más lejos de la realidad. Un profesional que haya padecido lo mejor y lo peor de los mercados financieros, podrá apoyarse en la experiencia adquirida y formarse una opinión fundada de qué podría pasar. Pero los mercados, soberanos como son, tienden a elegir caminos que no siempre se corresponden con lo esperado.
Anticipar no es estimar
Dentro de las labores de un analista y/o gestor de inversiones, el análisis de los mercados financieros forma parte ineludible, no solo en el punto en el que se encuentran actualmente, sino en el cómo y por qué se ha llegado hasta ahí. Y, en adelante, con toda la información disponible, pintar un escenario a futuro con pinceladas de lo que podría suceder.
Pero mucho cuidado con hacer afirmaciones erróneas. Que un inversor profesional con amplia experiencia realice estimaciones acerca del camino que los distintos mercados financieros van a tomar a futuro, no quiere decir que efectivamente suceda. Por una razón tan simple como que eso se sale de las capacidades racionales de la mente humana.
¿Qué implica estimar?
Las estimaciones o visiones de mercado se generan a partir del análisis detallado de los activos, indicadores económicos o de las tendencias, entre otros muchos factores, y, con todo ello, un inversor se forma una idea de qué podría suceder. Lo que caracteriza a las estimaciones es, que estas no concretan o adelantan fechas, ni tampoco acontecimientos, tan solo trazan líneas maestras, que pueden cumplirse, o no.
¿Qué implica anticipar?
La frase, “ya toca caída porque las bolsas han subido mucho” ejemplifica como pocas lo que entraña el riesgo de querer anticipar el comportamiento de los mercados financieros. Porque lo que diferencia al “arte” de la anticipación de la “simple” estimación es, que al querer ir un paso por delante, ahora sí, se están concretando acontecimientos y fechas. Y como se mencionaba con anterioridad, esto está totalmente fuera de los límites de lo controlable.
Lecciones de 2020
La crisis sanitaria del Covid-19 y cómo golpeó a los mercados financieros, es un buen caso que demuestra la falta de efectividad de la anticipación ante acontecimientos inesperados en tiempo y forma, y que son, por su imperfección, la razón de ser de los mercados financieros.
En el estudio se selecciona a diversos inversores, cada uno de ellos representados por una línea, durante el año 2020:
- Línea roja: representa a un inversor que, presa del miedo, vendió sus inversiones en renta variable el 9 de marzo de 2020 y no volvió a entrar. Como resultado, acumuló una caída profunda de doble dígito que, también es cierto, podría haber sido incluso peor.
- Línea negra: muestra a un inversor paciente que aguantó las caídas y se mantuvo invertido durante todo el año, con independencia de la volatilidad que fue surgiendo por el camino.
- Línea amarilla: recoge a un inversor que también vendió el 9 de marzo, pero que, presa de la incertidumbre y la falta de consistencia de su mentalidad inversora, no volvió a invertir en la bolsa hasta comienzos de mayo, ya con el suelo de mercado lejano.
- Línea gris: ilustra a un inversor que salió el 9 de marzo pero, en su caso, no se atrevió a entrar nuevamente hasta 3 meses más tarde.
- Línea azul: finalmente, está el escenario ideal en el que se encaró la crisis del Covid-19, sin posiciones en bolsa y en el que se toma la decisión de invertir justo en mínimos de marzo. Esto parece que es lo que todo profesional debería saber hacer, si no fuera porque, además de imposible, de ser sencillo, no existirían los mercados financieros, tal y como los conocemos.
Nota: MSCI ACWI NR EUR es el índice de renta variable mundial, que incluye también países emergentes. Fuente: elaboración propia a partir de Morningstar.
Si partimos del 9 de marzo como punto de inflexión, se observa que el inversor que se mantuvo todo el año invertido, además de generar el rendimiento más elevado de todos los que estaban invertidos antes de la crisis derivada del Covid-19, consiguió cerrar el ejercicio en positivo. Pero, en realidad, eso no es lo verdaderamente importante, puesto que podría no haber sido este el resultado final, sino lo siguiente:
- El primer problema al que se enfrenta un “anticipador” es cuándo vender. ¿El 9 de marzo es una buena fecha? ¿Y si sigue cayendo? ¿Y si ya no se recupera hasta dentro de varios años? ¿Puedo seguir aguantando para darle la vuelta? …
- Y el segundo, y todavía más difícil, es cuándo volver a invertir. ¿Ha caído ya todo lo que tenía que caer? ¿Hay más recorrido a la baja? ¿Espero y así el entorno será más seguro? ¿Cuándo será el mejor día para entrar? …
Todas estas son preguntas que, siendo francos, no tienen respuesta. No la tienen porque los mercados se alimentan de las personas y las personas no somos racionales. Por lo tanto, aunque planteemos un análisis exhaustivo, esa es una tesis falta de fundamento y de escasa utilidad.
Conclusión y lecciones
En vista de la ya no dificultad, sino imposibilidad de predecir qué va a suceder en los mercados, y, sobre todo, cuándo, existen alternativas que, como se ha visto en el gráfico, nos pueden ayudar a capear cualquier entorno, por bueno o malo que sea.
Finalmente, se presentan algunas sugerencias de cómo proceder:
- Tal y como comentamos al principio, para invertir hay que estimar, no anticipar. Esto requiere evitar dejarse llevar por el ruido y, a cambio, sumergirse y seguir el fondo de los mercados y de la economía.
- Estrechamente ligado a esto, realizar lo que se llama timing de mercado. Consiste en tratar de adivinar el momento de comprar barato y vender caro. Puede salir bien alguna vez, sin duda, pero la experiencia dice que lo habitual es dejarse rentabilidad por el camino. Así, como describe el gráfico, una inversión firmemente orientada al largo plazo es la mayor garantía de éxito.
- Por último, antes de entrar, lo primero es diseñar con precisión un plan a seguir, en el que será de vital importancia ajustar el riesgo que cada cual puede asumir. Eso será esencial para evitar caer en la tentación de la anticipación, que, además, nos puede llevar a seguir al mercado, siempre con retraso y por extensión, con pérdidas.
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