Aunque la industria financiera ha evolucionado para bien, sigue vigente una creencia entre muchos de sus clientes, equivocada, que dice que hay quién invierte sin pagar nada por ello. Esto es así porque tendemos a creer únicamente en lo que tenemos a la vista, sin pararnos a querer comprender que hay más allá. Pero nada más lejos de la realidad. Cuando se invierte, siempre se soportan una serie de costes, aunque estos no sean fácilmente visibles.
Sí pagas, pero el qué
Existen dos tipos de inversores minoristas: (I) los que nunca han pagado y creen que han recibido ese servicio gratuitamente, y (II) los que sí saben que invertir conlleva una serie de costes. La diferencia entre estos dos inversores es que, mientras el segundo es consciente de lo que le supone invertir, el primero de ellos desconoce el alcance real de los costes. Y, además, mientras que el segundo tiene bajo control la factura, el primero está a merced de terceros.
Para entender estas diferencias, conviene detallar de qué costes se habla principalmente, cuando se traza la división entre los inversores que conocen sus costes y los que no.
- Asesoramiento: es la comisión que se paga a un asesor por recibir su ayuda para invertir.
- Custodia: este hace referencia a lo que carga la entidad financiera en la que cada inversor tiene depositadas sus inversiones financieras.
- Gastos totales de los productos (OCF o TER, incluido gestión): al invertir en fondos de inversión o ETF, dos de los instrumentos más extendidos, se paga comisión por la gestión.
- Suscripción y/o reembolso: aplican a diversos productos y son aquellos en los que el inversor paga, bien sea por entrar, bien por salir del mismo.
- Luego, adicionalmente, están todos aquellos relacionados con la operativa, intermediación y un largo etcétera, que no por menos gravosos, son menos importantes.
Ese inversor que cree que dispone de un servicio sin cargos, en realidad puede estar no pagando por la comisión de asesoramiento y/o de custodia, dado que son los costes que más daño pueden hacernos mentalmente, al ser los más visibles. Sin embargo, salvo raras excepciones, lo que ese inversor se ahorra por asesoramiento y custodia, suele compensarlo, sin verlo ni saberlo, a través de los costes de los productos en los que está invertido.
Qué son las retrocesiones
Dentro de la comisión de gestión de un fondo, incluida en los costes totales (OCF o TEF), la gestora del mismo puede pactar con la entidad financiera/asesor que lo distribuya, darle una parte de esta comisión, que haga más atractiva la venta de este fondo frente a otros. Un ejemplo a continuación para su mejor comprensión:
- El fondo XYZ tiene una comisión de gestión del 1% y, para promocionar su venta entre los clientes del banco ABC, la gestora pacta con dicha entidad devolverle (retrocederle) la mitad de lo que corresponda. Es decir, que del 1% de comisión de gestión, la gestora del fondo se llevará un 0,50% y el comercializador el otro 0,50%.
Antes de extraer conclusiones precipitadas, este proceder, siempre que se les comunique a los clientes que compren el fondo, es perfectamente legal. De ahí la importancia de no quedarnos en lo superficial y sí de ahondar en los costes reales que se soportan.
Sabido qué son las retrocesiones, queda aclarar cómo afectan al inversor que no paga por el servicio de asesoramiento, frente al que sí. La práctica habitual es que al primero, la entidad le pudiera recomendar productos con retrocesiones elevadas, de manera que, mediante estas, compensa la ausencia de ingresos por las comisiones de asesoramiento y custodia.
Objetivo: reducir los costes
Para invertir, como para cualquier otro servicio, se debe pagar una comisión, directa o indirectamente. Así, un objetivo primordial es tratar de reducir los costes, que van contra la rentabilidad del inversor, por lo que cuanto menores sean estos, mayor rendimiento se obtiene.
Las comisiones de asesoramiento y de custodia, salvo excepciones, tienden a moverse dentro de unos rangos relativamente acotados. Sin embargo, en el ámbito de los productos en los que se invierte, es donde existe verdadero margen de actuación. Para demostrar este extremo, se presenta a continuación un análisis de costes reales:
- Se ha tomado, a cierre de diciembre de 2021, el universo de fondos de inversión disponible para la venta en España, según datos de Morningstar, para productos de mercado monetario, renta fija y renta variable.
- Se eliminan las clases con mínimos de inversión superiores a 100.000 euros (se asume que no son accesibles para inversores minoristas) y aquellas sin costes (motivos desconocidos).
- Finalmente, de los datos resultantes, se dividen en cinco grupos, en función del OCF, eliminando los dos extremos, es decir, el rango más bajo y el superior. De los tres intermedios restantes, se pondera por patrimonio y se obtienen los siguientes costes por categoría:
A bote pronto, estos números no nos dicen nada. Pero al compararlo con el abanico de opciones que ofrece el mercado, entonces, ahora sí hay que hacer una pausa. En los siguientes cuadros, se comparan los costes medios anteriores de renta fija y renta variable, ahora contra los fondos indexados y los de gestión activa, en esas mismas categorías, realizando el mismo estudio:
De estos cuadros, se desprende una gran diferencia según qué productos se elijan. En el caso de optar por aquellos que replican el comportamiento del mercado (fondos indexados) en renta variable, los costes están, en media, en el 0,26%. Sin embargo, si la opción son los fondos de gestión activa, orientados a batir al mercado, el coste sube hasta el 1,54%, una diferencia más que notable. Además, a eso hay que sumarle otro coste, pero de oportunidad en este caso, que no es otro que la probabilidad de errar en las decisiones y registrar un comportamiento inferior al mercado.
Poniendo números, se puede observar de forma gráfica el impacto de los costes sobre la inversión. Si se invierte un millón de euros en un único fondo de renta variable, la diferencia de hacerlo a través de un fondo de gestión pasiva (indexado) y uno de gestión activa, en términos de costes, asciende a un total de 12.800 euros.
Como se puede observar, solo con tomar la decisión de buscar fondos indexados (que replican el comportamiento de los índices, en vez de tratar de batirlos), el ahorro inicial en costes, y de esta manera, el incremento en rentabilidad puede ser muy sustancial.
Conclusión
La conclusión, además de obvia, es sencilla: reducir los costes en la medida de lo posible. Pero tal y como se ha venido explicando, la ausencia de costes visibles, en ningún caso significará “gratis”. Para invertir, como para cualquier otro servicio, siempre hay costes, aunque no los tengamos a la vista. Por todo esto es por lo que se hace capital, antes de empezar a invertir, preguntar y ser conscientes de cuáles son los costes totales que se van a soportar, puesto que el margen, especialmente en el ámbito de los productos, puede ser amplio y muy beneficioso.
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