Cómo superar el miedo a invertir tras un primer susto
En demasiadas ocasiones nos lanzamos a invertir sin una estrategia clara y, en lugar de los retornos soñados, recibimos un susto que nos aleja de los mercados. El miedo a invertir nos paraliza. Pero se puede superar y volver a invertir. Y, si lo haces como te aconsejamos, esta vez sí que alcanzarás tus objetivos financieros.
Qué es lo que falla
Ya lo dijo el reverenciado economista británico, John Maynard Keynes: “el peor enemigo del inversor no es el mercado, sino uno mismo”.
Y es que el inversor es un ser humano y, como tal, está expuesto a debilidades que le hacen tomar malas decisiones. Este tipo de comportamiento irracional puede ser:
- Cognitivo: procesos de razonamiento incorrectos que pueden ser compensados con formación y asesoramiento.
- Emocional: se generan de forma espontánea e intuitiva y es mucho más complicado corregirlos. El autoconocimiento y la observación del resto de personas son las únicas vías de corrección.
En 1972, los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversy (dos de los padres de la economía conductual o behavioral finance) ya definieron el concepto de sesgo cognitivo. Así demostraron cómo nos influyen las emociones a la hora de tomar decisiones haciendo que NO escojamos las opciones más favorables a nuestros intereses.
¿Y cómo esta combinación de comportamiento irracional cognitivo y emocional puede influir en el inversor llevándole al error y haciendo que coja miedo a invertir? Borja Durán, co-fundador de Finletic, expone algunos ejemplos en el capítulo 13 de su libro ‘Gestión del Patrimonio Familiar’. Aquí están:
Optimismo y sobreconfianza
Todo inversor tiene un ciclo emocional que comienza por la resistencia a invertir. El ser humano teme al riesgo o la incertidumbre, no quiere equivocarse y evita entrar en un campo desconocido como es la inversión.
Pero, una vez superada esa fase llega el entusiasmo, el optimismo y la euforia provocada por las primeras operaciones con ganancias. Piensa que todo va a ir bien y sigue invirtiendo sin estrategia a largo plazo. Y ahí es donde falla. Si se enfoca solo en los resultados inmediatos puede disfrutar de la suerte del principiante, pero a largo plazo necesita una estrategia clara y bien definida.
A ese optimismo se le añade la sobreconfianza. Porque cuando las cosas van bien, el inversor tiende a pensar que lo tiene todo controlado. Le ciega la ilusión del conocimiento (cree que sabe más de lo que realmente sabe) y puede caer en una espiral de más y mayores inversiones que acaban traduciéndose en más operaciones, algunas le irán bien y otras no, pero todas tendrán más costes e impuestos asociados que limitaran sus posibles plusvalías.
La consultora americana Dalbar Financial Services entiende que los inversores particulares son incapaces de anticipar correctamente el mercado, tanto en renta fija como variable. Prueba de ello es el gráfico de abajo que muestra que, a largo plazo, las rentabilidades que recogen en renta variable son un 30% inferiores a lo alcanzado por el mercado y un 95% más bajas en renta fija. Todo según este informe de Dalbar.
Ilusión de control
El inversor novato puede llegar a creer que si se informa bien sobre una empresa controlará su evolución y así sabrá cuándo comprar o vender sus acciones. Una derivada de la ilusión de control puede ser invertir solo en empresas de su país por cercanía, olvidándose de una de las reglas básicas del mercado: la diversificación.
Ambas posiciones se saltan un paso clave de la inversión: el asset allocation, o lo que es lo mismo, la distribución estratégica por clases de activos que se derivan de sus objetivos personales.
Al igual que un arquitecto lo primero que hace es un plano para poder edificar el edificio deseado, o un empresario trabaja un presupuesto que le ayuda a definir objetivos, recursos y planes de acción, el inversor tiene que tener muy claras cuáles son sus necesidades y restricciones antes de comenzar a invertir.
Es ahí cuando el inversor se detiene a pensar en cuáles son sus circunstancias personales y económicas y, en base a eso, diseña su asset allocation y estrategia de inversión a largo plazo. Por supuesto, la cartera que sale de ahí debe estar diversificada y adaptada a su perfil de riesgo.
Miopía y error de disponibilidad
La miopía en la inversión tiene dos síntomas: ser cortoplacista y/o fijarse solo en los datos que te interesan, desechando de forma inconsciente el resto de información relevante.
Por ejemplo, un inversor que basa sus decisiones de inversión en las rentabilidades recientes acaba rompiendo la estructura lógica de su cartera porque no analiza con perspectiva ni salvaguarda la estructura racional inicial de su patrimonio.
No contempla su cartera como un todo. Elimina ciertos activos que no están evolucionando favorablemente y se queda con los que tienen una mayor correlación entre sí y con el contexto actual. Sin embargo, cuando el entorno cambie y los actuales vayan mal, ya no tendrá los que ha vendido, que son los que en ese momento sí podrían mostrar una evolución positiva. Esto le llevará a quedarse con una cartera menos eficiente, en términos de rentabilidad y riesgo, y con mucha mayor dispersión de resultados frente al mercado.
Cajas mentales
Otra forma de miopía inversora es la creación imaginaria de cajas mentales donde, de una manera poco estructurada, introducimos decisiones individualizadas. Y trasladamos esa actitud a nuestra forma de invertir.
No se ve la cartera como un todo, sino como la suma de decisiones independientes entre sí. Pero en una cartera sana cada inversión debe influir al resto para formar un conjunto armonizado. Siempre deben haber inversiones con retornos positivos y otras con retornos negativos, porque eso diversifica y reduce riesgos, pues según el entorno, habrá momentos que los positivos tornen a negativos y viceversa.
Aversión a la pérdida
Perder nos afecta mucho más que ganar. Concretamente, perder nos afecta 2,25 veces más que ganar lo mismo, según Kahneman y Tversky. Si vamos por la calle y nos encontramos un billete de 50 euros nos alegramos, pero si llegamos a casa y descubrimos que en nuestra cartera faltan 50 euros nos duele más.
El miedo a perder el dinero en una inversión hace que muchas personas no se decidan a invertir, pese a que hay factores empíricos que demuestran que deberían hacer lo contrario como explicamos en este post.
Esa aversión a la pérdida puede permanecer con el inversor una vez ha entrado en los mercados y mantenerlo maniatado. Puede hacerle perder oportunidades en sus inversiones a largo plazo por ser excesivamente conservador.
Aspiración de control y cero tolerancia a la incertidumbre
El ser humano suele relacionar la incertidumbre con el riesgo, pese a que no siempre sea así. El inversor puede caer en esa trampa y tener cero tolerancia a la incertidumbre, algo completamente contraproducente porque genera angustia y bloqueo mental.
Hay que saber encontrar el equilibrio y mantener la cabeza fría ante la incertidumbre de los mercados. Las estadísticas y la historia nos pueden ayudar a ello.
En el gráfico de abajo vemos la evolución de la bolsa americana desde principios de los 80. Cada año ha registrado pérdidas puntuales (los puntos rojos del gráfico). Pero en todos los casos, el resultado a final de año está por encima del nivel máximo de caída que, probablemente, coincidió con los meses en los que muchos inversores salieron del mercado atemorizados o desorientados.
Falsa diversificación
La diversificación de una cartera es fundamental para reducir el riesgo y maximizar la rentabilidad. Invertir en un mismo sector o país, por lo general, elimina cualquier intento de diversificar y puede disparar el riesgo.
Esto pasa al inversor que quiere invertir localmente y cree que diversifica porque invierte en distintas empresas de un mismo país, pero las variables que afectan a su cartera son muy similares y se ven afectadas por la misma inflación, los mismos tipos de interés, las mismas regulaciones ...
Baja predictibilidad de reacción personal
Creemos que sí, pero en realidad, no sabemos cómo nos comportaremos en el futuro frente a situaciones de incertidumbre o estrés. Eso es malo, porque un inversor puede romper su estrategia de inversión solo por enfrentarse a un escenario que no había previsto.
La planificación y el autocontrol son las mejores armas para evitar este tipo de reacciones. Debemos aspirar a tener un estado emocional de tranquilidad ajeno a factores externos. La inversión por objetivos ayuda a alcanzarlo porque si hemos establecido unas metas con una buena cartera diversificada y ajustada a nuestro perfil de riesgo, solo debemos sentarnos a ver crecer nuestro dinero. Por supuesto, siempre se deben hacer los ajustes necesarios en la cartera para adaptarla a las necesidades personales y de los mercados, pero sin dejarse llevar por las emociones.
Exceso de información
“Los inversores suelen estar obsesionados con aprender mucho de cada vez menos cosas, hasta que saben absolutamente todo de nada”. Así se expresa el inversor value, James Montier. Y lo cierto es que la inseguridad que puede llegar a sentir el inversor principiante lo aboca a consumir datos de forma adictiva.
Tiene que aprender a distinguir la información valiosa del ruido de fondo. No es posible asimilar, interpretar y reaccionar a toda la información que hay disponible. Por eso, es mejor fijarse en variables sencillas en repetidas ocasiones que estar buscando muchas variables en cada momento.
Emular al resto / comportamiento de rebaño
Un error habitual del inversor novato es imitar al resto porque no se cree capaz de decidir de forma autónoma.
El resto puede estar haciendo algo que el inversor crea que no es correcto, pero que, de momento, está dando buenos resultados y eso le hará dudar de su razonamiento y llegar a pensar que quien se equivoca es él.
Influencia de los medios
Hay cierta tendencia a creer a ciegas lo que dicen los medios de comunicación, pero las fuentes de información no son siempre fidedignas o carecen de la solvencia técnica necesaria.
Cómo arreglarlo
Un inversor principiante que falla en el mercado no debe darse por vencido a la primera. Solo tiene que corregir su comportamiento y evitar cometer los mismos errores. Debe seguir estos pasos:
1.- Diseñar un plan de inversión personalizado
El inversor debe marcarse unos objetivos financieros con los que se sienta cómodo y ser fiel a ellos. Con esta información en la cabeza, podrá diseñar un asset allocation perfectamente adaptado a sus necesidades personales y económicas.
Así lo hacen muchas mujeres a las que les va mejor que a los hombres. De hecho, hay estudios que muestran que consiguen rentabilidades superiores corriendo menos riesgos. Fíjate:
La prudencia, la tranquilidad, la racionalidad y la modestia que exhiben las mujeres cuando invierten las convierten en modelos a seguir. Así lo expresa Borja Durán: “Las mujeres invierten mejor que los hombres sobre todo por factores asociados al comportamiento humano (behavioral finance). Estos factores acaban traduciéndose en carteras mejor estructuradas gracias a que cuentan con más asesoramiento debido a su prudencia, menor exposición a modas del mercado y reducida rotación (timing) y, consecuentemente, menos costes e impuestos.”
Siguiendo el ejemplo femenino, un inversor debería:
- Invertir a largo plazo con un plan que recoja cuáles son sus objetivos y restricciones.
- Recurrir a un asesor profesional que le ayude a diseñar su cartera de inversiones.
- Evitar tomar decisiones impulsivas sin análisis previo y no creerse muy listo.
- No experimentar.
- No rotar la cartera excesivamente.
- No examinar con frecuencia la cartera.
2.- Formarse
Un inversor informado que sepa aislarse del excesivo ruido mediático provocado por los mercados, sabe mantener la mente fría y asegurar sus inversiones.
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La información difundida en este blog tiene una finalidad únicamente divulgativa. Cada persona es responsable de su política de inversión y Finletic no asume ninguna responsabilidad sobre sus acciones. La información está actualizada de acuerdo a la fecha que indica cada artículo.