En el reino animal, se abrió un nuevo casino con un juego de moda, "Rojo o Negro". La liebre, impulsiva, jugó confiando en patrones tras varias victorias del "Rojo", pero la impredecibilidad del corto plazo le costó caro con una racha continua de "Negro".
Por su parte, la tortuga, paciente, apostó pequeñas cantidades en muchas sesiones, sin buscar ganancias rápidas sino estabilidad en el tiempo. Al final, mientras la liebre perdió todo, la tortuga acumuló modestas pero seguras ganancias, mostrando que a largo plazo, los resultados tienden a registrar tantos rojos como negros, es decir, a la media.
Esta fábula ilustra a la perfección la inversión en los mercados financieros. La volatilidad puede generar incertidumbre a corto plazo, pero también ofrece oportunidades para quienes cuentan con una estrategia estructurada y con la vista puesta en el largo plazo. La clave para el inversor no está en evitar la volatilidad, sino en gestionarla de manera que juegue a su favor en lugar de en su contra.
La volatilidad es la variabilidad de los precios de los activos financieros. En el corto plazo, los movimientos pueden parecer erráticos, pero a lo largo del tiempo, las tendencias se suavizan y estabilizan reflejando el crecimiento económico de las compañías. Gestionada de forma adecuada, la volatilidad se convierte en una herramienta valiosa para maximizar el rendimiento del patrimonio. Para entender y gestionar la volatilidad es fundamental entender los siguientes aspectos:
- Diferenciar entre volatilidad y riesgos permanentes, como la quiebra de una empresa. Un bono de una sola compañía puede parecer estable, pero si el emisor incumple, el impacto es irreversible. En cambio, una cartera diversificada reduce este tipo de riesgo y permite que las fluctuaciones del mercado se compensen con el tiempo.
- El tiempo es esencial para invertir: cuanto más largo sea el horizonte de inversión, más se suavizan las fluctuaciones, logrando mejores retornos. Los escenarios de subidas son más comunes que los de bajada, pero es importante que cuando dedicamos nuestro dinero a invertir en activos con mayor riesgo, contemos con suficiente margen temporal para evitar vernos forzados a deshacer las posiciones (vender) en un momento de pánico en el mercado.
Un buen ejemplo es la crisis del Covid en 2020, donde la bolsa cayó un -32,5% en el primer trimestre, para acabar el año un 10,5% en positivo. Si un inversor hubiera necesitado el dinero invertido en el punto más bajo del mercado, habría sufrido pérdidas significativas. Por ello, es fundamental contar con una política de inversión alineada con los objetivos y horizontes temporales de cada inversor. Esto permite estructurar las inversiones de manera que los activos de mayor riesgo se mantengan a largo plazo, evitando decisiones impulsivas que acaben afectando a la rentabilidad de la cartera.
Si ampliamos la perspectiva y analizamos los mercados en diferentes horizontes temporales, se observa un comportamiento muy distinto:
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Corto plazo: altamente impredecible. Eventos inesperados, como anuncios de bancos centrales o tensiones geopolíticas, pueden provocar oscilaciones bruscas. A lo largo de la historia, han existido múltiples crisis que generaron pánico en los mercados, como el estallido de la burbuja tecnológica en el 2000, la crisis financiera de 2008 o la crisis del COVID-19 en 2020. En todos estos casos, las caídas iniciales fueron abruptas, provocando que muchos inversores liquidaran sus posiciones en el peor momento, asumiendo pérdidas significativas.
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Largo plazo: sin embargo, quienes mantuvieron la paciencia y evitaron tomar decisiones impulsivas lograron beneficiarse de las recuperaciones posteriores. A pesar de caídas significativas dentro de cada año, los mercados han mostrado una tendencia de crecimiento a largo plazo. Como se observa en el gráfico, desde 1980 hasta 2024, el mercado ha experimentado correcciones temporales en la mayoría de los años (puntos rojos), pero en la gran mayoría de los casos, terminaron con rendimientos positivos (barras azules).
Este patrón refuerza la importancia de mantener una política de inversión que defina nuestra estrategia a largo plazo. Aunque las caídas pueden generar incertidumbre, la historia muestra que los mercados tienden a recuperarse y generar valor para quienes permanecen invertidos con disciplina y un enfoque estructurado.
Como sugiere una frase popular entre los inversores : "No se trata de adivinar cuándo estar en el mercado, sino de pasar tiempo en el mercado". La volatilidad es una constante en los mercados financieros, pero gestionada correctamente, se convierte en una herramienta que impulsa el crecimiento patrimonial a largo plazo.
Al igual que la tortuga en la fábula, los inversores deben priorizar la consistencia, la diversificación y una estrategia de largo plazo, en lugar de perseguir ganancias inmediatas con una visión cortoplacista en donde los resultados son del todo impredecibles. A medio y largo plazo, la estadística funciona siempre, y los resultados tienden a sus medias generando resultados muy positivos siempre que estemos diversificados y tengamos costes bajos.
La inversión requiere visión, convicción y una buena ejecución. Mantener la calma y seguir una política de inversión definida nos permitirá convertir la volatilidad en una aliada, en lugar de verla como una amenaza. La única herramienta que podemos usar para defendernos de la volatilidad es la política de inversión y segmentar nuestro patrimonio en función de nuestros objetivos y horizontes temporales.
La información difundida en este blog tiene una finalidad únicamente divulgativa. Cada persona es responsable de su política de inversión y Finletic no asume ninguna responsabilidad sobre sus acciones. La información está actualizada de acuerdo a la fecha que indica cada artículo.