¿Qué entendemos por inflación?
Imagínate que dispones de € 100 para comprar barras de pan durante un año. Si el precio de la barra es de € 1, podrás adquirir 100 barras, pero si el año que viene su precio aumenta a € 1,25, únicamente podrás comprar 80 barras. Generalmente, con el paso del tiempo, los productos y servicios van valiendo más, por lo que, con el mismo dinero podemos ir comprando cada vez menos. Esto es a lo que en economía llamamos inflación que, a grandes rasgos, consiste en sufrir una pérdida de poder adquisitivo con nuestro dinero.
El término contrario a inflación es deflación, y esta se produce cuando los precios, en vez de subir, disminuyen. Este fenómeno no suele darse con frecuencia, ya que si esto ocurre, la población tenderá a diferir el consumo, esperando encontrar precios más bajos en el futuro, afectando negativamente al porvenir de la economía.
¿Puede un inversor eliminar la exposición a la inflación y mantener así su poder adquisitivo?
Existen productos financieros con el cometido de mitigar la repercusión de la inflación en una inversión, estos son los llamados bonos ligados a la inflación, también denominados linkers.
Resulta conveniente conocer muy bien las características de estos bonos para saber si verdaderamente cumplen con su propósito, o por el contrario, exponen al inversor a otros riesgos no tan obvios a priori.
Diferencia entre rentabilidad nominal y rentabilidad real
En el mundo de las inversiones, al igual que en la economía, la inflación juega un papel fundamental, ya que la rentabilidad real de cualquier inversión dependerá, en parte, de la inflación originada durante el periodo de inversión. Por lo que es imprescindible conocer la diferencia entre rentabilidad “nominal” y rentabilidad “real”. Como su propio nombre indica, la real, es la verdadera y de la que podremos efectivamente disfrutar.
La rentabilidad que consigue un inversor, en términos nominales, que es la que comúnmente utilizamos, no tendrá en cuenta la inflación del periodo. Por contra, la rentabilidad real sí que tendrá en consideración el impacto de la inflación, por lo que habitualmente será inferior a la nominal, siempre y cuando, surja inflación, y no deflación (inflación negativa). Pongamos un ejemplo, para que se entienda mejor. Si cosechamos una rentabilidad nominal del 5% anual, en un año donde la inflación ha sido del 2%, esta equivaldrá a una rentabilidad real, del 3% anual. Ese 2% “se perderá” a causa del aumento de los precios y “disfrutaremos” únicamente de un 3%.
Hablar de rentabilidad real es equiparable a hablar en términos de poder adquisitivo, ya que como inversores, nos interesa conocer si mejora o empeora nuestra capacidad de compra tras una inversión. Por lo tanto, la inflación, o mejor dicho, la inflación esperada (también llamada breakeven inflation), es de suma importancia y será fundamental para determinar la conveniencia de una inversión.
Bonos nominales y bonos ligados a la inflación
Las empresas y los gobiernos necesitan capital para financiar proyectos, como por ejemplo, la construcción de carreteras, o en el caso de las compañías, la expansión de sus negocios internacionalmente. Para ello, y de forma simple, pueden pedir capital prestado a entidades financieras o emitir bonos, que no son más que deuda, que los inversores adquirirán con el objetivo de obtener una rentabilidad por prestar su dinero a esa empresa o gobierno.
A continuación se detallan dos tipos de bonos concretos, los bonos nominales y los linkers
- Bonos nominales: son los bonos tradicionales. El importe que pide prestado la entidad o gobierno que lo emite se denomina nominal o principal, € 100.000 por ejemplo. Por su parte, quién presta el dinero, normalmente, recibe unos pagos periódicos, denominados cupones, durante la vida de la inversión, por ejemplo 10 años. Es decir, la entidad o gobierno que pidió prestado el dinero lo tendrá que devolver en 10 años, además de realizar una serie de pagos periódicos a cambio.
- Bonos ligados a la inflación o linkers: en este caso, el rendimiento de la inversión está ligado al comportamiento de la inflación, de tal manera que, si la inflación sube, también lo hará el valor del bono invertido, y naturalmente a la inversa. El propósito de este instrumento, ligado al IPC (en España), es evitar que esta inversión pierda valor por el efecto de la inflación.
Por lo tanto, la principal diferencia entre ambos bonos reside en que un linker actualiza el valor del nominal con la inflación anualmente, y por ende, el importe de los cupones, y en un bono nominal no se actualizan, siendo los cupones y el nominal fijos.
La rentabilidad que obtendremos en un bono nominal, sin contar el efecto de la inflación, será conocida en el momento de realizar la inversión si sabemos el precio de compra del bono, los cupones pactados, el nominal, y siempre y cuando el emisor cumpla con todos sus compromisos de pago y mantengamos el bono hasta su vencimiento. Esta última consideración es de suma importancia, ya que si vendemos el bono antes de que venza, tendremos que hacerlo al precio que marque el mercado en ese momento. Por el contrario, en un linker, no se conoce la rentabilidad nominal que se obtendrá, ya que esta variará en función de la inflación del periodo.
Si mantenemos la inversión hasta el vencimiento, un linker nos asegura que si hay una inflación desmedida esta, no nos coja por sorpresa y no perdamos poder adquisitivo. Sin embargo, si no esperamos hasta el vencimiento, deberemos tener en cuenta una variable fundamental, su precio en el mercado en el momento que queramos venderlo.
¿De qué depende el precio de un linker?
Durante la vida del bono, el precio de un linker, no es fijo, sino que, como cualquier otro bono, fluctúa dependiendo de diferentes variables, como son:
- Fluctuaciones en las expectativas de inflación: el precio de un linker, recoge, entre otras variables, la inflación esperada para los próximos años. Por ejemplo, si la inflación esperada hoy es de un 2% anual, para los próximos 10 años, pero el año que viene cambia y se espera que la inflación a futuro sea de un 4%, el precio del linker subiría abruptamente al esperarse cupones y nominales superiores (manteniéndose el resto de variables constantes). Por el contrario, si en vez de un 4% cambiara la expectativa a un 1,0%, el precio del linker disminuiría. Por lo tanto, si las expectativas de inflación aumentan, el precio del linker sube y con ello su rentabilidad en términos nominales.
- Variaciones en los tipos de interés: los linkers suelen ser emitidos a plazos muy largos, por lo que los movimientos de los tipos de interés afectan a sus precios de forma mucho más marcada que cualquier otro movimiento. Por ejemplo, si los tipos de interés aumentan, a las empresas/gobiernos les costará más financiarse, por lo que tendrán que remunerar a los inversores a través de unos intereses superiores. Por lo tanto, el precio de mi linker disminuirá, ya que si no lo hiciera, a nadie le interesaría comprarlo, ya que podrían adquirir otros bonos con las mismas características, pero cobrando unos intereses superiores. Esto posiblemente sea, además de lo más desconocido, lo más importante que hay que tener en cuenta cuando se invierte en esta clase de activo, ya que suele ser el componente que más afecta a la fluctuación en el precio del linker.
Conclusión: ¿Podemos eliminar el riesgo de inflación invirtiendo en linkers?
Sí y sólo si mantenemos el bono ligado a la inflación hasta su vencimiento y el emisor del mismo cumple con todos los pagos acordados. Sin embargo, si se vende antes, hay una elevada probabilidad de que pierda su eficacia de cobertura frente a la inflación, ya que su precio dependerá de los cambios en las expectativas de inflación, y, sobre todo, de los movimientos en los tipos de interés, lo que los convierte en herramientas muy sensibles a este riesgo (al igual que los bonos tradicionales).
Si se desea invertir de forma diversificada evitando el riesgo de concentración, utilizando, en vez de un único bono, un fondo de inversión o un ETF (Exchange Traded Fund), será muy difícil eliminar el riesgo de inflación. Estos vehículos, por definición, no suelen contar con una fecha de vencimiento prefijada, sino que a medida que los bonos en cartera van venciendo, estos se irán reponiendo por otros nuevos con horizontes más largos, de manera que no se llegará nunca al vencimiento del fondo o ETF. En consecuencia, el inversor estará expuesto a un cambio en las expectativas de inflación y en mayor medida, a los movimientos de los tipos de interés.
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