Que las bolsas suben y bajan es algo tan cierto como que mañana va a volver a salir el sol. Sin embargo, en las finanzas, como en otras facetas de la vida, los problemas tienden a relativizarse.
Aleatoriedad del corto plazo
La bolsa, en definitiva, refleja lo siguiente a través del precio de las acciones: asumiendo que, en periodos largos, hay crecimiento, con todos sus baches por el camino, las compañías venden más y por lo tanto obtienen mayores beneficios, lo que reflejan las bolsas en forma de subidas.
Eso es pensando en el largo plazo. Pero en el muy corto, es decir, a periodos de un día, existe una probabilidad muy similar de que la bolsa suba o baje. Cogiendo datos diarios del S&P 500 (incluyendo el pago de dividendos) desde enero de 1980, salen las siguientes cifras:
Se observa que las posibilidades de que el S&P 500 tenga un día positivo o negativo, se inclinan levemente hacia lo primero, lo cual ayuda a entender que quien invierte en bolsa durante muchos años, se beneficia. Pero no solo eso, pues también hay que añadir que la envergadura de los días de subidas suele ser mayor que la de los días en rojo.
Las caídas son una constante
A lo largo de ese camino de constante crecimiento de las bolsas, las amenazas son igualmente insistentes y adoptan casi cualquier forma. A continuación, se enumeran solo algunas de las acontecidas en los últimos 40 años, que han significado pérdidas del 10% o más:
- Década ´80: guerra del Golfo a comienzos de década o “lunes negro” del Dow Jones
- Década ´90: guerra del Golfo o quiebra financiera de Rusia
- Década ´00: burbuja puntocom y Gran crisis financiera
- Década ´10: recesión o final de estímulos monetarios
- Década ´20: Covid-19, guerra en Ucrania…
Como se puede comprobar, los mercados han sufrido descensos severos, cuyo origen han sido: excesos de los inversores, guerras, la marcha de la economía o recientemente, algo relativamente inaudito hasta ahora, como una crisis sanitaria. Pero de todos estos eventos, hayan sido de la naturaleza que hayan sido, las bolsas han conseguido reponerse siempre.
Tiempo de recuperación
Dado que la sociedad tiende a avanzar, lo cual supone crecer, también en el ámbito económico, los mercados siguen el mismo camino. La gran diferencia es que mientras que, para reponer la actividad económica, se pueden necesitar incluso años, las bolsas presentan una capacidad de regeneración manifiestamente superior.
En el siguiente gráfico, con los mismos datos del S&P 500, se muestra cuántos días tarda esta bolsa en recuperarse de caídas superiores al 10%, desde 1980:
En esta imagen se ve que, tras los descensos, en algunos casos verticales, la bolsa tarda una media de 300 días en volver a su punto de inicio. Pero es más, si quitamos eventos extremos como la burbuja puntocom de principios de los 2000 o la crisis financiera desatada con la quiebra de Lehman Brother en 2008-2009, el S&P 500 solo ha necesitado el equivalente a apenas tres meses para volver al punto de partida.
El alcance del rebote
Si hay algo que caracteriza a la inversión, en un sentido amplio, es que no se hace en función de la situación de hoy o de qué cabe esperar que pase mañana, más bien, se invierte con vistas al futuro con cierta perspectiva. De esa manera, los mercados financieros no cotizan lo que está sucediendo hoy, sino que meten en el precio de ahora lo que estiman va a pasar mañana. Es lo que comúnmente se conoce como “anticipar”.
En esa línea, los mercados son capaces de ver el lado positivo de las cosas en mitad de la tormenta. Cuando la economía peor lo pasa, cuando los beneficios sufren recortes de entidad, es cuando de golpe, y por esa capacidad de “anticipación”, sin previo aviso ni capacidad para reaccionar, las bolsas empiezan el rebote, que no solo permite la recuperación previamente comentada, sino sobrepasar ese punto.
En el siguiente gráfico, se muestra, de forma agregada, el rendimiento del S&P 500, 1, 3 y 5 años después de los momentos más bajos de las caídas superiores al 10%.
La media de los 12, 36 y 60 meses posteriores a los momentos más bajos de los mercados en los últimos cuarenta años, no solo muestran que los rendimientos sean positivos o muy positivos, sino que defienden la necesidad de mantenerse invertidos, dado que cuanto mayor es el plazo, mayor es también la recompensa obtenida, con independencia de la multitud de eventos adversos que se dan por el camino.
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